Mi vida era un desecho como cualquier otra vida de mi tiempo. Era una persona sin destino ni objetivo. Completamente alcoholizado volvía de trabajar en la gran ciudad. Esa ciudad putrefacta, corrompida y muerta.
Por el camino serpenteante de todos los días volvía a mi casa. La luna estaba preciosa vigilándome en el firmamento. Un pensamiento fugaz pasó por mi cabeza, ¿la Luna estaba vigilándome o acechándome? Llegado de las sombras una masa borrosa se echó encima de mi.
Prácticamente no podía abarcarle, era enorme y tremendamente fuerte. Sentí un fuerte dolor en el hombro, algo se clavaba en la carne y llegaba hasta el hueso. Eran colmillos. El dolor pudo conmigo y dejé de luchar. Me resigné al destino que me aguardaba, a ese destino que quizá era mejor que la vida que me esperaba. De mis labios sin fuerza salió un "por fin..."
En ese momento, el animal, monstruo o cosa dejó de apretar. Parecía que ya no tenía la intención de devorarme. Inmovilizado como estaba empecé a sentir una quemazón, una quemazón inaguantable causada por la saliva de aquel ser. Cuanto más gritaba, más fluido infernal segregaba. En ese momento empecé a desfallecer. Antes de perder la consciencia alcancé a escuchar:
"Ahora tienes una nueva oportunidad de elegir tu destino"
3 comentarios:
El destino lo tenemos marcado y la facultad para modificarlo. =)
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