Me enojo y me desenojo, me harto y harto. Y cuanto más me veo enojando y hartando, más me harto. A veces ando con unas ganas tremendas de amanecer y ser mi gata que duerme, caga, corre y vuelve a dormir (le falta coger pero está castrada). Que no anda teniendo problemas con sus parejas, amigos, familias, etc. A lo sumo, se liga un escobazo de una vecina cuando le caga una planta. Pero nada más. Sin embargo...no. Me despierto y soy la misma cornuda que ayer y que anteayer y que traspasadodeayer. Y sigo peleándome con el mundo que no habla, que no contesta y que ni siquiera escucha. Tirame un guiño, Don Barba, le digo a veces. Pero no. Al contrario: me tira una lluvia con un frío que te arruga los huesos. Y bueno. Resulta que la gente anda diciendo por ahí todos los logros que va teniendo en la vida y todo lo bien que está pero en cuanto tiene alguno que le sopla la nuca, se alza contra el mundo como si fuera su culpa. Es así. Estamos hechos de mierda y a la mierda vamos. Y en cuanto ese mismo infeliz está en la lona, te arma un cuento de novela y le prestás un abrazo. Y ni bien salió de su pozo depresivo-egoísta, vuelve al mundo (con un poquito de lo que sos vos, con un poquito de lo que le regalaste) a hacerse el independiente, el que tiene todo resuelto y a nunca mirar para atrás para ver cuán de ese cachito que le diste es tuyo. Y es así. Y cuando el círculo se renueva, volvés a ser el mismo pelotudo que comprende todo, que vuelve a regalar otro abrazo, que alza la voz para despertarlo, que se indigna cuando el mundo lo baja de un gomazo. Pero cuando no comprendés todo (porque es NORMAL, de repente, no comprender todo) y querés hablar porque estás plenamente convencido de esa pelotudez de que “hablando se entiende la gente” todo empeora porque ahí sos sos un invasivo, un exagerado, un molesto, un perseguido, una persona que “necesita ayuda”, que tiene que relajarse, que no se entiende “por qué te ponés así”. Porque cuando algo se te va de las manos, también tenés que ser vos el que cuente hasta diez y volver a empezar. Porque nunca es el otro. Porque siempre sos vos. El mismo pelotudo que abrazó y que ahora te queda el brazo colgando esperando nadie sabe qué. No hagas tragedia, me diría una persona que siempre me dice lo mismo. Prefiero hacer tragedia antes que no hacer nada, prefiero gritar bien claramente ANDÁ A LA CONCHA DE TU MADRE antes que quedarme mirando tele esperando que la vida me traiga algo interesante. Y no hay caso. Por más que me levante a la mañana haciendo fuerza en los ojos inetentando ser mi gata, sigo siendo yo. Tenés razón. Seamos extraños. Que es al fin y al cabo lo que hace todo el mundo. No intentemos llegar a un acuerdo en todo. No es necesario. Es mucho más fácil estar solos y juntarnos de vez en cuando a tomar un café. Es mucho más fácil hablar del tiempo que pensar de qué manera se le jode menos la vida al otro. Pero ojo que después a bancarselá. No vaya a ser cosa que nos necesitemos.