21 septiembre 2012

La Culpa con la musa de por medio



Mi mente me traiciona. Muchos ocasos han pasado desde que dijera a mi musa que no volviera, que su compañía era fútil pasajera de amargos desencuentros con el amor y con la vida, que su inspiración caía a un pozo de deseos rotos y sentimientos efímeros carentes de hechos. Superé algunas noches en vela y muchos días estando ensimismado. Hoy en esta noche sin estrellas de Madrid, una musa me susurra y no aguanto más.

Sabiendo de antemano que estas letras quedarán en la memoria y no en hechos. Sabiendo sin querer saberlo que más de un corazón dejaré sangrando volviendo a abrir heridas del pasado. Aún sabiendo todo lo que creo y temo saber, me aventuro después de mucho tiempo a liberar mis pensamientos con el teclado.

La Culpa, esa traicionera embaucadora furtiva de horas intempestivas, se presenta cuchillo en mano cortando florecientes y ramificados sentimientos. Poco a poco los va podando y esculpiendo hasta una imagen abstracta del recuerdo hábilmente encarcelado. Ese recuerdo que escapa brincando en la campiña de mi melancolía y sin conciencia de haber sido liberado se presenta amenazante, inquisidor y altivo. La Culpa se ríe a carcajadas sabedora del poderoso recuerdo y embiste con fiereza dejando únicamente las raíces de esos sentimientos que inútilmente se atrevieron a resurgir.

Lo más demoledor para mi razón es la agonía de saber que el recuerdo es inocente adalid de mi memoria y la Culpa, el verdadero culpable, es causa y efecto de mi sinrazón.