11 noviembre 2008

Discurso frívolo

Me levanto un lunes cualquiera y emprendo mi marcha hacia la parada del autobús. Son las 6:35 am y el gélido frío recorre mi cabeza empapada, recién salida de la ducha. Cansado por la falta de costumbre, voy dormitando por el camino que recorro de memoria. Bajo por mi calle, veo entreabierta la puerta del garage de mis vecinos. Al ver una silueta en la oscuridad, suelto, sin más, un burocrático "buenos días" que se ve correspondido. No pensé en nada más...

Marcan las 13 horas. Descansando de una clase aburrida (lunes) salgo al pasillo. Vibra el móvil en mi bolsillo y con la ilusión de una llamada a horas inesperadas atiendo:
- Sí ??
- Tom, no te preocupes, pero Julio murió anoche...

...


Hoy, hoy.... hoy. Hoy, le he deseado los buenos días a una persona que no los tenía, que tenía los malos días, los peores días. Aunque no por ello, he dejado de recibir una respuesta amable. La gente (la gente buena) nunca deja de sorprenderme.

Alguien lo ha querido así. Nos vamos despidiendo día a día, con la irrelevancia que le otorga la rutina; hasta que una fría mañana (siempre es una fría mañana) ya no puedes decir el último adiós. En el momento que yo saludaba, mi pobre vecina ya sabía la peor de las noticias, su marido acababa de morir, horas antes... su hijo también, años antes...

Contadas veces he cumplido una promesa... pero, ¿¿ qué más da ??. Eran tan ridículas e insignificantes que casi mejor que las haya incumplido, no tengo ningún remordimiento por ello. Sin embargo esta en concreto era una de las que me comía por dentro. Como ya escribí en su día, le prometí a un gran amigo mío ir a visitar su tumba, y cada pasito de madurez que daba a tientas servía para ir reuniendo el valor para hacerlo.

Esta mañana de martes la he cumplido, me siento tan alegre por dentro de haber sido capaz, me siento tan profundamente satisfecho con una promesa cumplida (una de las importantes) que me ha subido el autoestima. Espero que te hayas alegrado de vernos a todos reunidos alrededor de tu lápida, a mí incluído. Aunque las razones fueran diferentes...

Enterrar a un padre al lado de su hijo, será una de las imágenes que espero no volver a ver en mi vida. La sensación que he tenido esta mañana, la sensación de ver como una familia se ha reducido a la mitad en tan sólo 3 años, la sensación de tener que elegir: empeñarse en vivir o empeñarse en morir.

Volví a verte Javi, ahora tienes a tu padre a tu lado y sólo me alegra la idea de que no será tan iterativa la soledad.

Una vez más, me pongo de luto.
Julio, descansa con tu hijo.
Javi, descansa con tu padre.

Y allí todos reunidos y cabizbajos, escuchábamos el discurso frívolo de un sacerdote que pretendía darle sentido a todo esto.

Los más sumisos se conformaban, yo no... ¿qué más eres capaz de hacer?.

2 comentarios:

DGP dijo...

Desgarrador relato que no deja indiferente...

Saludos compañero de letras.

Skyter dijo...

Cuando alguien muere, se va y nosotros nos quedamos, pero una parte de nosotros se va con ellos y una parte de la suya se queda.

Has pensado alguna vez que puedes calcular los días que has vivido pero no los que te quedan por vivir? Y si te quedara un día? Y si a tu madre/padre, novio/a les quedara un día? Cada vez que abras los ojos al amanecer piensa en ello, sin tristeza, sino con alegría porque puedes compartir de nuevo otro día, quizás un último día, con ellos.