21 marzo 2008

Sin entender el camino del lobo

El despertar fue un renacer de mis sentidos. El cuerpo lo notaba diferente. Lo sentía pesado, todos los movimientos me parecían lentos, mi mente volaba mientras mi entorno se mantenía prácticamente inmóvil. Además esa sequedad en la boca, mi lengua se pegaba al paladar, tenía una sed monstruosa.

El bosque estaba silencioso y en tinieblas, la luna llena había dejado de alumbrar.

Me levanté muy lentamente y mientras mi mente ya estaba en casa tan solo había dado dos pasos. Me quedaba una larga noche hasta llegar a mi casa.

Poco a poco empecé a escuchar los sonidos del bosque. El búho que me alertaba desde un árbol lejano, los árboles mecidos por el viento, el revoloteo de un pájaro en su nido, el aullido de un lobo alertando a su manada.

¿El aullido de un lobo alertando a su manada?

Un impulso mi hizo empezar a correr, un peligro se cernía sobre mi hogar. Un olor se resignaba a abandonar mis fosas nasales, el olor a sangre. Quería pensar que el olor venía de mi herida en el hombro, pero en el fondo sabía que ese olor no era mío.

La puerta de mi casa estaba destrozada, un grito penetró en mis tímpanos, un grito desgarrador.

Entré, un reguero de sangre corría por el suelo. Mi hermano estaba desmembrado y su sangre todavía goteaba de sus extremidades. No podía pensar en nada, era imposible que fuera cierto, era todo un terrible sueño del que no me podía despertar. En el suelo tumbada estaba mi hermana, completamente desnuda y extraña. Pronto me percaté que había sido violada, pero algo se me escapaba. Estaba blanca, sin expresión, sin sangre en el cuerpo. ¡Alguien o algo le había quitado su sangre!

¡Alguien pagaría por ello! Y tenía el convencimiento del que pagaría sería mi padre. Aquel padre que nunca tubo el honor de llamarse padre, aquel padre que lo mejor que hizo fue desaparecer de casa. Quizá había vuelto borracho después de tanto tiempo.

Un ruido en la cocina me puso en guardia y un gruñido salio del odio más profundo que podía guardar. ¿Un gruñido?

En la cocina estaba mi anciana madre, con la yugular abierta. Empecé a llorar, lloraba por la impotencia de no haber podido hacer nada, la incapacidad de comprender todo aquello que me estaba pasando. Pero... alguien estaba detrás de mí. Un mordisco en el cuello me hizo hincarme de rodillas. ¡Era un vampiro, un súcubo! Tenía la mirada puesta en mí y una sonrisa amenazadora que me enfureció.

-Por fin algo interesante que llevarme a la boca, no dejaré que te desarrolles.

En ese momento un aullido de advertencia rompió su amenaza.

-Bueno, has tenido suerte, otro día será.

El vampiro se fue y me quedé en silencio, sin entender nada.

3 comentarios:

Lucía dijo...

poetasendemocracia.blogspot.com

Sopesin dijo...

A veces el corazón entiende más que la razón.

GaRZaS dijo...

Ya veo que estás enganchadísimo al juego: tus personajes cobran vida y te cuentan sus experiencias en ese instante hipnótico en el que entras en trance cuando le das a la tecla,imaginando mil y una historias.
Un abrazo ^_^